Toda masía Ampurdanesa tiene una caballeriza, como ésta, situada en uno de los pueblos medievales mejor conservados de Cataluña. La casa de
campo de esta familia, lugar donde la propietaria paso los veranos de su infancia, estaba conformada por la residencia principal y la caballeriza, pero al casarse
y ampliarse la familia, optó por reformarla y adaptarla como
vivienda. Se creó una segunda residencia, logrando dos
casas comunicadas, donde los nietos pueden atravesar el jardín con laureles
para visitar a sus abuelos.
Con un lenguaje bien robusto de muros de piedra
y vigas de hormigón, se debía aligerar para hacerla más confortable y luminosa.
Se abrió un gran ventanal en el living y más ventanas, distribuidas a pares,
entre los contrafuertes de la fachada encargados de soportar la carga de la
cubierta a dos aguas, eso le dio ritmo al largo muro. Los arcos de carpanel,
típicos de la arquitectura ampurdanesa, fueron pintados de un color verde oliva.
En el living se usó un color claro para toda
la estancia, para aligerar la vision ante tanta piedra. Con una altura considerable
en el techo se abrió una claraboya, para reforzar la iluminación, para el piso una toba catalana clara. La
chimenea, en el centro de la pared más larga, conecta el salón y el comedor. Se eligió un diseño minimalista de hierro para contrarrestar la pared de piedra.
En el comedor la mesa extragrande y la lámpara,
armonizan con las grandes dimensiones del espacio.
La gran altura de los techos permitió, generar
dos niveles para los dormitorios, los dormitorios de los chicos y un salón de
juegos se pudo ubicar en una planta superior.
Fuente: www.elmueble.com
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