Se trata de una antigua casa de labranza, con más de
300 años de antigüedad, que en su momento perteneció al Conde de la Maza.
Enclavada en un paisaje verde, sus gruesos y
vetustos muros de piedra, le proporcionan identidad. Eso motivó a realizar una
intervención en la que este material (la piedra) no perdiera protagonismo.
Se conservaron y recuperaron los rústicos muros originales,
tanto en el exterior como en el interior, la forja con acabado al óxido, la
madera de castaño en los pisos y la carpintería original.
Pese a que se ha conservado y restaurado en su
mayoría, se renovaron por completo los espacios y la distribución interior.
Las paredes que lucen la piedra al desnudo, dejan
que en los vanos, sin puertas, se destaquen las grandes piezas de jambas y
dinteles originales.
Los muebles y accesorios, aportan un toque
sofisticado a un interior lleno de historia, donde la madera contribuye con su calidez a estos espacios contenidos por muros de
piedra que le dan identidad.
Fuente: www.nuevo-estilo.es