Sobre una
fuerte pendiente en un bosque de Noruega, se levanta esta casa llamada Red
House, con un concepto casi escultórico, que sin perder ese clima íntimo de su
interior, se conecta de un modo contundente con el entorno.
La relación
entre arquitectura y naturaleza, entre interior y exterior, es una de las
premisas más importantes de este proyecto.
El modo en que
los volúmenes se adaptan a la topografía, los materiales, y las visuales, logran
la materialización de esta premisa.
Por otro lado,
el color enfatiza el carácter escultórico de la propuesta y crea un contraste
con el medio en el cual se implanta, a modo de juego: adaptación-contraste.
La casa se
implanta en el terreno como “un volumen esculpido en forma plástica”, según los
mismos autores.
El color
acompaña la personalidad del cliente, a la vez que rescata el nombre del
distrito en el cual está ubicado el proyecto, a pocos km del centro de Oslo.