En un imponente paisaje marítimo, sobre un acantilado de 300 metros de
altura, se levanta esta casa planteada como la unión de dos volúmenes muy puros
y cerrados que se unen formando una “L” que se cierran hacia la calle de acceso
y se abre hacia el océano y la costa, cobijando una gran expansión con piscina
de borde infinito, que se funde con el mar.
Todo esto es el resultado de haber adoptado como premisa la
incorporación del paisaje y la continuidad entre exterior e interior, del modo más simple
y sencillo.
La casa muestra una fachada cerrada, con el acceso en la parte
superior del volumen de doble altura, quedando casi la totalidad del volumen
por debajo de l observador.
En este nivel solo hallamos un estudio que balconea al estar, donde por el
ángulo de las visuales vemos el mar como un muro.
Una vez ingresados una escalera de líneas muy simples nos conduce hacia
abajo, al nivel principal, donde se desarrolla el estar, el comedor y la
cocina.
Todo en un único ambiente de doble altura que se prolonga al exterior
a través de muros de cristal donde se evitó cualquier tipo de carpintería que
pudiera cortar este límite transparente.
Los materiales han sido elegidos siguiendo la idea rectora de buscar
la sencillez en las formas y las terminaciones, por eso solo se adoptaron tres
materiales, hormigón, cristal y madera, esta última en el deck y los postigones
que le dan privacidad al sector de los cuartos.
Fuente: www.corona-amaral.